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¿Y SI COLOCAMOS MILITANCIA EN LA FUNCIÓN PÚBLICA?

En los últimos días, dos funcionarias públicas protagonizaron escándalos que las colocaron en el banquillo de cara a la sociedad, y las pone en la "obligación moral" de renunciar, al menos al criterio de gran parte de la opinión pública.

Por el Frente De Todos, la titular del INADI, Victoria Donda, ofreciendo un puesto de trabajo en el Instituto y un plan social a su empleada doméstica, como aparente solución a algún tipo de conflicto laboral, sin mediar ninguno de los mecanismos establecidos legalmente para acceder a dichos beneficios.

De Juntos Por El Cambio, la diputada provincial Carolina Piparo, quien junto a su esposo, atropellaron a dos motociclistas arrastrándolos 300 metros y luego abandonándolos en la calle. Mostraban claros signos de ebriedad. Inventaron o justificaron el atropello, argumentando que las víctimas habrían robado previamente a la pareja "y luego los volvieron a cruzar en el camino". Vergonzoso.

Ambas figuras, ingresaron a la política y a la función pública sin haber jamás militado en ninguna fuerza política ni social. Ambas fueron lanzadas al poder político por haber sido víctimas de terribles injusticias. Victoria por ser hija de desaparecidos, nacida en la ESMA, y Carolina por haber sido víctima de un asalto en el que recibió un disparo que le provocó la pérdida de su bebé.

Terríbles y dolorosas injusticias que han padecido ambas funcionarias. Crímenes que deberían o debieron ser juzgados e indemnizados y reparados en la medida de lo posible, por sus responsables directos e indirectos, o el propio Estado.

Sin embargo, parece estar a la vista, que el hecho de haber sido víctimas, no garantiza su idoneidad para ocupar un cargo público.

Cómo militante político y social, me consta por demás, que en todas las organizaciones políticas y sociales, existen numeros@s militantes, personas que tienen inquietudes de tipo social, con vocación de servir al prójimo y de auxiliar a quienes lo necesitan. Militantes con valores e ideales, con estilos de vida, óptimos para ser llevados a la función pública con las mejores expectativas respecto de su actuación administrando el poder público por el bien de la sociedad, y no para estafarla, ni para asesinarla.

A menudo me pregunto por qué es@s militantes, que son l@s que caminan las ciudades, pasando frío y calor, y hasta exponiéndose al covid19 en plena pandemia, sirviendo a la sociedad,haciendo ollas populares, y militando a est@s mism@s candidat@s que jamás pusieron un pie en un barrio, ni fiscalizaron una mísera elección, ni organizaron movilizaciones ni protestas, ni acciones políticas de ningún tipo, excepto alguna que otra payasada mediática. ¿Por qué est@s militantes nunca ocupan lugares importantes en las listas, ni espacios de jerarquía en los poderes ejecutivos de los tres niveles de gobierno?

¿Porqué será que la militancia es sistemáticamente niguneada en los esquemas de poder político? ¿Será que no quieren cuadros importantes que puedan hacerles sombra? ¿Será que a algun@s no les conviene que haya gente honrada y trabajadora con vocación de servicio en el poder político?

De esta manera l@s dirigentes terminan perpetuándose en el poder, sin construir nuevas figuras capaces de conducir a la sociedad.

Sobran cuadros militantes, con pies llenos de barro, con compromiso y sensibilidad social, con valores y principios que constituyen el ideal de funcionari@ públic@, y hasta con estudios y formación de grado universitario y terciario, con formación académica.

En principio pareciera inteligente y justo colocar a la militancia en el lugar que se merece, y no ningunearla y matarla de hambre, para colocar inept@s, o familiares, o amigotes. Muchos llegan al poder y ni siquiera te atienden como corresponde, cuando pasaste horas de tu vida, que le sacaste a tu familia, para hablarle a l@s vecin@s de un proyecto político que lleva a unos cuantos vivos a la función pública, ganando muy bien en muchos casos, para que después te miren por encima del hombro o no te atiendan el teléfono.

Sino la función pública y la política quedan expuestas a perder la credibilidad de la ciudadania en general, y los militantes también quedamos expuestos a esa mirada por parte de la sociedad. No se trata de un espacio político o el otro, se trata de armar las listas en consenso con la militancia y dándole el lugar que corresponde en los cargos ejecutivos, y no intentar captar un voto apelando a la lástima por una víctima, o al encanto por un personaje mediático. Porque lo que hoy es un voto a favor, mañana son diez en contra.

Y esto mismo sucede en todos los espacios políticos, tanto en el campo popular, como en las élites. Es un cambio de mirada necesario en el conjunto de las organizaciones y frentes políticos.

¿Cuánt@s militantes hay ocupando espacios jerárquicos del poder público? Poquísim@s.

Pongamos en la función pública a los que obtienen votos con el sudor de su frente, y no más piantavotos que jamás pasaron una tarde bajo el sol, ni muertos de frío, o combatiendo el covid19.

Una sugerencia de corazón.




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